Entre porteñismos y madridismos, el castellano neutro en la literatura

viernes, 6 de noviembre de 2009

"Pues bien, descendamos y allí mismo confundamos su lenguaje de modo que no se entiendan los unos con los otros", dijo. Y Yahveh dispersó a todos los hombres por la faz de la Tierra, culpa de la torrecita de Babel. Dios todo lo sabe y ya se adelantaba al problema que traerían las traducciones literarias, claro está.
El tema fue harto discutido: Steiner, Derrida y Benjamin son sólo nombres. Pero siempre queda algo que agregar y desagregar. Eso fue lo que se hizo en el encuentro "La Utopía del castellano neutro" organizado por el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires y el CCEBA, que comenzó el lunes y se extendió durante tres jornadas.
El idioma español contiene un sin fin de variantes y regionalismos que funcionan como virtual muralla entre distintas geografías que se comunican con la misma lengua. Por los motivos de siempre, no son muchas las editoriales locales que ofrecen traducciones. Los grandes monstruos con sede en España compran los derechos de una obra y ponen a circular una versión españolísima del texto en cuestión, para la cual hay que desembolsar una cifra que suele exceder los dos dígitos. ¿Por qué los porteños deben que entender el argot de algunas regiones de España y ya no pueden comprar una versión buena, económica y comprensible? ¿Hay una fórmula que entendamos todos?, ¿debería haberla?
Según la Cámara Argentina del Libro, sólo el 4 por ciento del mercado editorial argentino corresponde a traducciones. El 73 por ciento de las novedades editoriales del 2008 se concentraron en la Ciudad de Buenos Aires, y la provincia de Buenos Aires sumó otro 10 por ciento. Cuando se habla del libro argentino, se habla, en la mayoría de los casos, del libro porteño o rioplatense. Y recordemos que las diferencias en el lenguaje no se dan sólo entre los países hispanoparlantes, sino también al interior de ellos.

Desde hace unas décadas

En algún momento de la historia, en Argentina se tradujeron libros. Por la Guerra Civil Española, muchas casas editoras de la Península decidieron mudarse a América. Casi la mitad de la producción local se exportaba y, en la década del 40, el 80 por ciento de las importaciones que realizaba España en libros provenían de nuestro país. A eso se lo llama la “época de oro”. Los libreros españoles filtraban de contrabando los versos de León Felipe en ejemplares argentinos que escondían detrás de las bibliotecas.
Freud, Marx, Joyce, Pavese, Faulkner y Genet fueron algunos de los escritores que tuvieron su primera versión al español en editoriales de Buenos Aires. Libros traducidos por Losada, Eudeba, Siglo XXI y el Centro Editor de América Latina de Boris Spivakov todavía se consiguen en las mesas de saldo de Corrientes. Otro caso fue el de Sur, fundada por Victoria Ocampo, cuyo catálogo acercó a muchos autores a la vez que los construyó en clave elitista.
La dictadura militar arrasó también con estos sellos: primero la de Onganía, luego el Proceso del 76. Presiones, irrupciones y clausuras. En 1977 detuvieron a Daniel Divinsky, director de Ediciones de la Flor. La restauración democrática significó una revivificación, pero las condiciones económicas impusieron un nuevo tropiezo. La Reforma del Estado menemista obligó a las quiebras y a la compra de las editoriales por los grandes sellos extranjeros. Hoy, el 75 por ciento del mercado argentino está controlado por cuatro grupos.

Qué cosa es el castellano neutro

Definir al castellano neutro fue el primer debate que se impuso en el encuentro. Dicen que es una utopía, dicen que existe.
Miguel Sáenz, que trabajó cinco años como traductor en la ONU, opina que este organismo supranacional tiene manuales surrealistas acerca de cómo escribir y que eso es el castellano neutro. Dio una definición muy aceptable: “El que desagrada a todos por igual”. Guillermo Piro, en cambio, está a favor del castellano neutro pero se acerca a él como un imposible. Para el autor de Celeste y Blanca las traducciones de Anagrama, hechas para un puñadito de españoles, no pueden ser para los porteños. Patricia Willson apunta que en cada país el castellano neutro es diferente, pues representa otras realidades.
Para Jorge Aulicino hablar de neutralidad refiere al castellano imperial.

La Madre Patria

Sáenz, que es español y se especializa en autores alemanes, dice que el castellano no es el idioma de las colonias, sino el de la liberación de las colonias. Quizás, en términos históricos, esto sea más acertado que la idea del español vinculado a la conquista. Pero Marietta Gargatagli menciona algo que está, al menos, más instalado en el imaginario: “En los españoles hay una certidumbre lingüística que deviene de la propiedad”. No hay cuestionamiento del idioma ni los escritores debaten el modelo literario. Agrega que el tema colonial es la fractura original de la lengua y recuerda que en Argentina, Estados Unidos y Brasil se discutió (pensando en el destino cultural y durante en proceso de formación del Estado-Nación) si el idioma de la metrópoli tenía que continuar siendo la lengua de los países independientes. Pero, como dijo Carlos Gamerro, “muchos traductores españoles creen que lo que arrojan en la hoja es la lengua, y lo de América son dialectos”.

¿Usar porteñismos?

No. Gerardo Gambolini cree que “no hay que sustitiur los madridismos por argentinismos” y probablemente todos estén de acuerdo. Hay un grado de extrañeza que es propio de un autor foráneo y el lector sabe que un inglés no diría boludo, como tampoco gilipollas. Ambas formas rompen el clima y el pacto que se establece con la obra extranjera.
Aunque el habla porteña no acaba en el voseo, es una de las formas que la identifican. Patricia Willson se detuvo en este tema y lo ejemplificó con 62/Modelo para armar de Cortázar. Allí, los personajes porteños hablan voseando cuando tienen que marcar que lo están haciendo en una variante rioplatense, y usan el tuteo cuando se comunican en inglés o en francés. Pero Willson agrega que la variedad dialectal puede usarse también desde la prosodia. “Miguel Montezant, traductor de los sonetos de Shakespeare, explicó que el voseo introduce desinencias verbales de palabras agudas y, entonces, musicalmente no funciona”.


Borges, en la discutida traducción de la última página del Ulises de Joyce, utilizó un voseo. Pero también, como lo recuerda Juan Gabriel López Guix, se valió del anglicanismo de “librería” para designar a una biblioteca. Hoy nadie lo pasaría por alto. El problema no está en la nacionalidad de los traductores, pues muchas de las traducciones españolizantes están firmadas por argentinos (aunque en el proceso intervienen editores y correctores españoles). El problema es el negocio que se teje en torno a esta forma del castellano. Gambolini dice que “el castellano neutro es como el euro, hace desaparecer al franco y a la peseta; está propiciado por comerciantes”. Parece ser casi tan obtuso como el esperanto y ya nadie quiere reconstruir Babel.

Por Agustina Storto.

Crédito fotográfico: Guido BonFiglio (tomado del blog del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires)

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No hay ciudad sin poesía

El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires lanzó un campaña llamada "No hay ciudad sin poesía" dónde, por medio de afiches en la vía pública, citó textos de escritores y poetas Argentinos que le dedicaron páginas a ésta ciudad.

Nosotros hacemos nuestro aporte:

MILONGA, Oliverio Girondo

Sobre las mesas, botellas decapitadas de “champagne” con
corbatas blancas de payaso, baldes de níquel que trasuntan
enflaquecidos brazos y espaldas de “cocottes”.
El bandoneón canta con esperesos de gusano baboso, contradice el pelo rojo de la alfombra, imanta los pezones, los pubis y las puntas de los zapatos.
Machos que se quiebran en cuarto ritual, la cabeza hundida
entre los hombros, la jeta hinchada de palabras soeces.
Hembras con las ancas nerviosas, un poquito de espuma
en las axilas, y los ojos demasiado aceitados.
De pronto se oye un fracaso de cristales. Las mesas dan
un corcovo y pegan cuatro patadas en el aire. Un enorme espejo se derrumba con las columnas y la gente que tenía
dentro; Mientras entre un oleaje de brazos y de espaldas estallan las trompadas, como una rueda de cohetes de bengala.
Junto con el vigilante, entra la aurora vestida de violeta.

Bueno Aires, octubre, 1921

Noticias de Portal del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires

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